jueves, 23 de junio de 2011

Dicho de otra manera.

11 de Septiembre de 1973.
No se puede desconocer que muy a pesar de que Chile es un pequeño país, ha ganado la atención del mundo en general, aunque a veces se sobre dimensiona esa apreciación, pensando que esto ocurre en todos los círculos de la sociedad mundial. Digamos mejor que por distintas razones es en los círculos de la cultura, el comercio y la política donde Chile es más conocido.


En las décadas recién pasadas y en esta primera del comienzo de milenio y siglo, es cuando Chile más ha aportado al comentario y conocimiento de el en todo el orbe.


Y entre las principales razones para que a Chile se le conozca más han sido el establecimiento de dos mitos políticos: Allende y Pinochet.


Cada uno en distintos ángulos tienen la particularidad especial que el solo hecho de mencionarlos desata pasiones encontradas. No sólo en Chile estos dos personajes consiguen ser odiados y adorados, también a través de distintos países, en todos los continentes, en las islas lejanas se conoce de ellos, y por lo tanto de Chile.




En el 2010 se recordó que hace doscientos años se conformó la Primera Junta de Gobierno independiente de España, reino del cual Chile fue una colonia. Fueron largos ocho años de lucha, antes de que Chile llegará a ser definitivamente un país independiente, con su propio gobierno e instituciones del Estado.


Aún frente a tan importante celebración el "bicentenario del 2010" como es llamado, los chilenos todavía no pasarán por alto los nombres de Allende y Pinochet. Estos dos personajes no solo han hecho historia, se anclaron en la vida de los chilenos. No fue difícil observar que en la elección presidencial del 17 de enero de 2010 pasado, tanto ganadores como perdedores reivindican y denostaban los dos nombres. Y así también por consecuencia, por conectarse a través de la media, tanto chilenos como distintas personas en el resto del mundo hacían lo mismo. Y es que en la imaginación colectiva estos personajes en ambos sentidos son reconocidos como epítomes y adalides de la democracia y de la tiranía totalitaria.




Estos dos personajes debieran ser un cliché exclusivo de los chilenos, parte de aquello que da en llamar la "mitología propia de una nación", esa mitología que se hace y enraiza entre las personas, con ambivalencias, verdades a medias, incoherencias desagradable, a veces con enardecedoras historias y otras con las tiernas. Sin embargo no es el caso de estos dos personajes, quienes tanto en Chile como en el extranjero logran enfurecer y apasionar tanto en los ataques como en la defensa de ellos. Aunque a veces pareciera que la mano se carga en contra de Pinochet.




Estos dos seres ya indiscutiblemente legendarios, opuestos de por si, ya dejaron de ser simples ejemplares de una situación, han llegado mas allá que muchos otros personajes históricos que han tenido que batallar en el tiempo y con la historia para llegar a ser reconocidos.


Allende para algunos, fue el héroe que aspiró a una revolución socialista por la vía pacífica y legal para su pueblo, quien debió auto-inmolarse al caer su gobierno, como una ofrenda para preservar la unidad de la izquierda. Para sus detractores, Allende simplemente fue un izquierdista listo, ladino, marrullero, muñequero malicioso, vivo, maquiavélico, politiquero y en cierto sentido un cobarde, que se desenvolvió en medio de la Guerra Fría como un compañero de viaje y agente del castrismo-soviético.Sus contrarios alegan que estaba tan "amarrado" a la URSS, que en su discurso en el Kremlin en 1972, no pudo retraerse de decir ..."La Unión Soviética, a la que nosotros denominamos Nuestro Hermano Mayor...". Un totalitario haciéndose pasar por demócrata, táctica de la izquierda siempre usada para aprovechar la legalidad republicana, subvertir la misma y reemplazarla instaurando en vez de ella, en el plazo que fuera un regimen de izquierda al estilo cubano-soviético.


Y hablemos del ex Presidente Augusto Pinochet Ugarte.

El dragón, el Dictador latino-americano por antonomasia, brutal y despiadado, que oprimió, torturó y asesinó durante casi dos décadas a su pueblo, en nombre de un puñado de privilegiados, "sin haberle tocado personalmente un pelo a sus víctimas". Opinión aparentemente universal si nos fiáramos sólo de las tertulias y los medios progresistas. Y sin embargo, para muchos —y no sólo en Chile, en lugares improbables como la ex Unión Soviética—, Pinochet sigue pasando por el adalid que derrotó al comunismo, que dirigió una revolución silenciosa (¡el reaccionario revolucionario!), fundando un nuevo país al que sus exiliados lloraban por volver, al revés que en Cuba, donde no dejan irse a nadie. Dictador que, por último —oh alquimia de la mitología chilena, dragón convertido en paloma—, entregó el poder democráticamente a sus opositores.


Triste privilegio chileno, o argucia propia de toda mitología, se han regalado a la Historia Universal dos mitos cuyo poder, cuya fascinación, cuya trascendencia, convive con sus contradicciones, sus ambivalencias, con el hecho de que no podemos utilizarlos intelectualmente sin acabar por ser utilizados por ellos. Caballos de Troya que cada vez que los entramos a la fortaleza de nuestras convicciones, nos asaltan con el enemigo escondido en su vientre.

Historiadores, políticos, sociólogos, ¡hasta economistas!, prodigan sus interpretaciones de lo ocurrido en aquellas dos décadas los setentas y los ochentas, y sacrifican así sus conocimientos en el ara de sus respectivas devociones. Realmente ¿ podemos contestar todas las preguntas que nacen al contemplar esas dos esfinges, de manera objetiva? Individualmente no podemos, cada cual responde a su manera de interpretar la historia, y por lo contrario, cada cual interpreta como se hace con los dramas, como cuando se asiste al teatro, o al cine y la producción es tan buena que nos absorbe y nos sensibiliza, y quedamos dispuestos a entregarnos al conflicto de sus símbolos, so pena de perdernos la complejidad de sus significados, dispuestos a aceptar que las máscaras de los actores son símbolos que deben permanecer en el tiempo y que deben trascender, porque nos interpretan , y en donde el discurso actual es sólo una parte del gesto que nos ata a nuestra posición ya sea a favor o en contra de uno de ellos...


Dos gestos llaman la atención, dos momentos en el drama de esos mitos, dos instantes que, no por casualidad, quizás, ocurren al final de la carrera de ambos personajes, cuando hacen mutis (es decir, cuando los actores dejan de hablarnos y salen, sacándose las máscaras).


Uno es el sentido del suicidio de Allende, en 1973, negado por sus partidarios, al principio, aceptado luego a la letra, como estigma de santidad, sin escudriñarlo. El otro es el momento, un cuarto de siglo después, cuando el ex-presidente Pinochet sale libre del juicio en Londres y en Chile se calla para siempre cualquier atisbo de continuar la degradante estigmatización contra la persona del "autoritario", premiado por la naturaleza humana, la demencia senil que no es un ofensa para ningún anciano, el General puso el gusto amargo de la frustración en la boca de sus enemigos, y un respiro de alivio en el corazón de sus admiradores.


Uno se hace responsable del modo más radical de todos, matándose; al otro ya no le competen responsabilidades, de la manera más simple, ya no esta en condiciones de afrontar ni juicios ni contiendas , esta ya demasiado viejo, son recuerdos del pasado que se confunden y no sirven para la justicia. La rima asonante de ambos situaciones es tan manifiesta que implora un drama que la represente.


Allende, el suicida incómodo
El carácter mítico de Allende no nace enteramente con su muerte, pero cristaliza y se hace emblemático con ella. Es cierto que esa "vía chilena al socialismo", el experimento de una revolución democrática, había capturado la imaginación idealista de amplios sectores progresistas en el mundo. Pero no es menos cierto que, a diferencia del Che —el otro icono revolucionario latino-americano—, nada en la trayectoria biográfica de este político convencional, de aspecto y costumbres burgueses, ducho en el arte de la supervivencia política, hacía prever la estatura que ganaría con su muerte. Es en el último día de su vida, en verdad, en las tres últimas horas, cuando se fija de manera casi irrevocable la imagen con la que pasará a la posteridad: una especie de mártir laico en los altares del progresismo contemporáneo, santificado por su suicidio.


Sin embargo, buena parte de la vieja izquierda chilena e internacional se resistió durante muchos años a aceptar el suicidio de Allende, y favoreciendo, en cambio, la versión de un presidente caído en la refriega, luchando, o asesinado. Hasta mediados de los ochenta, connotados autores y el grueso de la opinión pública daban por indudable esta fantasía, no obstante todos los testimonios y evidencias en contrario. A primera vista, parece inexplicable: el sacrificio de Allende, prefiriendo su muerte en La Moneda en llamas, antes que entregarse, es lo esencial del gesto, y no disminuye su fuerza si aceptamos la verdad de su suicidio. ¿Por qué lo negaron durante tanto tiempo? ¿No parecía suficientemente heroico un suicidio? ¿Enceguecidos por el dolor, era necesario ensangrentar más la traición pinochetista, añadiéndole el magnicidio?



Son explicaciones plausibles. Sin embargo, esa resistencia tenaz, casi instintiva, a reconocer el suicidio de Allende —que hay quienes mantienen incluso hasta hoy— también podría estar indicando otra cosa: una incomodidad, una desazón con la ambivalencia simbólica del suicida. El suicidio es un gesto simbólicamente ambiguo, más personal y menos colectivo que la muerte en batalla, incluso pudo ser un simple trágico arrebato emocional. El héroe se entrega a las balas, el suicida se retira a lo más privado de su conciencia y allí se quita la vida.

Famosamente, Camus afirmó que el único problema filosófico importante era el del suicidio. En un sentido diverso, el suicidio de Allende es importante precisamente porque es un problema. Porque expresa no sólo la protesta y la acusación moral contra los que lo traicionaron en su bando y el contrario —valores explícitos en su discurso de despedida—, sino algo más complejo y también más evidente en el acto de encañonarse y dispararse. Si en el suicidio de los hombres corrientes hay a menudo un acto de reconocimiento y justicia personal, en el suicidio de un gobernante, en la hora postrera de su régimen, hay inevitablemente un acto de responsabilidad política. Digo responsabilidad, y no culpabilidad. No implica culpabilidad —porque sería grotesco hacer a Allende culpable de su propio suicidio—, pero sí expresa, tácitamente, el reconocimiento de una responsabilidad que los hombres nobles, educados y que entran en conflicto con las tradiciones republicanas, y Allende vivió ese conflicto , que no pudo eludir. Es el gesto del capitán que se hunde con su buque y sus responsabilidades.


El buque de Allende —la Unidad Popular— y su carta de navegación —la "vía chilena al socialismo"— habían zarpado tres años antes, en 1970, en la elección que ganó con un 36.3% de los votos emitidos; es decir, entre la mitad y dos tercios de la sociedad no se había embarcado en el viaje a la utopía. Sin embargo, esa sustentación terciaria no era su debilidad más peligrosa. Desde el puerto mismo de sus planteamientos, la nave partía escorada por una indefinición radical, por una contradicción que la llevaría al naufragio: hacer una revolución no sólo acatando, sino empleando la institucionalidad liberal del Chile republicano. Una revolución con una Constitución débil que había que aprovecharla, y sin las armas.

¡Una revolución constitucional! Quizá sólo en Chile —el país de los híbridos, del eclecticismo, del "jurel tipo salmón"— se nos podía ocurrir una antinomia semejante. Cambiar de arriba abajo la estructura social y económica del país —crear un "hombre nuevo", nada menos, era lo que pedía la retórica exaltada de la época— actuando dentro de la Constitución que consagraba ese viejo orden que se rechazaba. Y lo más increíble, hacerla en todo en un plazo presidencial, cuando el paradigma de revolucionario de los izquierdistas latino-americanos, ya llevaba 11 años a fuerza de fuego, encarcelamientos, y exilios. Hacer una revolución con la Constitución con más de la mitad del país, no sólo la oligarquía, sino amplios sectores de la pequeña burguesía y no pocos en el pueblo, resueltamente en contra.

Hoy —con el beneficio, admitamos, del tiempo transcurrido y a la luz de la historia — no se puede aceptar la increíble candidez, de tantos que la proclaman, de esas generaciones de izquierdistas que impulsaron tal revolución . ¿Cómo diablos se pretendía cuadrar ese círculo sin romperlo, sin que corriera sangre, sin por lo menos, caer en las trincheras de la guerra fría?
¿Cómo derribar de sus pedestales tantos viejos bustos sin quedar aplastado bajo los escombros?
Allende tuvo que haber reconocido, desde tiempo antes y al menos en esa hora postrera del 11 de septiembre de 1973, lo que muchos de sus partidarios tardarían décadas en reconocer y algunos no lo hacen hasta hoy. Que era responsable de un error, que contrarió su propia capacidad de marxista: La tesis de que se podía hacer una "alteración grave, extensa y duradera del orden público, encaminada a cambiar un régimen político" —como define "Revolución" el diccionario—, sólo por medios legales. Sin esperar , ninguna reacción brutal y de fuerza.
Allende tiene que haber intuido el monstruo que el sueño de su razón utópica acababa de ayudar a parir en Chile. Tiene que haber concluido que, desde ese momento, sería responsable de algo infinitamente más grave que un error de estrategia o de falta de análisis político: pasaba a ser responsable también de las consecuencias que su fracaso traería para su pueblo. "El pueblo no debe dejarse acribillar", dice en su despedida, y podemos oír en sus palabras la premonición de todas las muertes y torturas, porque él conocía a fondo a las FF.AA., y de Seguridad, sabía de la preparación y de la información con que contaban, Allende conocía la historia de las revoluciones izquierdistas, y de toda la violencia que desde esa misma hora comenzaba, Allende sabía lo que se cosecharía de su siembra de odio y división.


Pinochet, la demencia senil que lo alejó de todo.
Si en su última hora Allende da una pista para entender su mito ambivalente haciéndose responsable con su suicidio, con el ex- Presidente Pinochet no se puede, antes de abandonar el escenario de la Historia,se borran las pistas, quedará consagrada la duda para siempre, ya no hay responsabilidades que afrontar. El autoritario estadista se despide alejándose de todo, ajeno a su voluntad. Primero en Londres, en 1997, y luego en Santiago, sus doctores probarán que ya es suficiente para él, existe demencia senil. Sus adversarios repetirán hasta el cansancio "se hizo el loco".


Hubo razón para aferrarse a esa escapatoria. El ex-Presidente Pinochet fue un refundador, un gran estadista y valiente que se enfrentó mientras pudo a todos sus enemigos. Sin embargo despues de todo, estos han llegado a ser más poderosos que lo que podemos imaginar, son rabiosos y lo disimulan, son hombres cultos, inteligentes, con ambiciones, y con una sed de venganza que no ocultan. Ya sabemos lo que habría resultado para el General de seguir enfrentándolos, habrían empañado toda su gestión, habrían degrado aniquilado al "prócer". Muchos engañosamente quisieron mostrar que lo que se estaba haciendo era un "juicio político", pero es una falsedad.

Los soldados y carabineros encarcelados y perseguidos, son una prueba palpable, la "justicia de la izquierda" ha hecho creer que ellos sufren tal persecución por su responsabilidad criminal por las violaciones a los derechos humanos, y también indirectamente se les hace sentir que están presos porque fueron abandonados por sus camaradas de armas, y por aquellos civiles que una vez estuvieron clamando porque cumplieran con todo rigor las tareas que les correspondían, porque el poder político para tenerlos en estas condiciones ha quebrado el Estado del Derecho.
Augusto Pinochet no estuvo ahí para responder por aquellos a los cuales se les han aplicados juicios injustos y se ha violado y desconocido la Ley. La entrega pacífica que se hizo del poder a los adversarios del Gobierno Militar no ha sido suficiente y con creces los hechos lo demuestran...


Allende no pudo resolver la contradicción de su proyecto revolucionario y legalista, y su suicidio no sólo es protesta sino reconocimiento de esa responsabilidad. Pinochet no pudo solucionar la ambivalencia de su régimen honesto y fundacional a un tiempo, y su demencia senil lo aparta de sus enemigos.

Los chilenos, y con nosotros los que en el mundo han compartido estos mitos, toleramos mal esta complejidad dramática, nos incomoda esta ambivalencia. Indicio de esa incomodidad es la propensión reciente a remitir nuestra tragedia al Olimpo de unos dioses lejanos, de los que habríamos sido meros juguetes. Nuestro drama habría sido un episodio menor, triste, pero al fin y al cabo apenas una nota al pie de página en el extenso libro de la Guerra Fría... "Chile, ese lugar donde se dio un golpe de Estado, que salvo al país de caer en mano del eje "castrista-soviético", oímos que se dice en tantos sitios, incluso por muchos que debieran saberlo mejor, tan bien como nosotros.


¿Pueden leerse los mitos de Allende y Pinochet, aceptando su ambigüedad dramática? ¿Pueden expresarse las contradicciones de uno sin excusar las del otro? ¿Puede hacerse al mismo tiempo, como se ha intentado en esta narración? Bienvenido esas posibilidades.



El país dramáticamente dividido de Allende y el país sojuzgado de Pinochet fueron posibles, en no poca medida, gracias a la a-simetría de nuestra crítica. Una crítica inerte porque iba siempre dirigida contra el otro, y no donde más nos duele, en el nosotros. El país y la época triviales que nos tocan amenazan continuar la asimetría de otra forma: prodigando los memoriales y los monumentos, mientras huimos de los espejos y los argumentos. Nos tropezamos con los escombros de nuestra historia y nuestro gesto es convertirlos en efigies imperecederas.

La izquierda seguirá con ahinco intentando la santificación de su suicida incómodo, cantando los panegíricos al pie de su estatua y a la espera.


Mientras en la derecha se han dividido, la idea de la efigie de Augusto Pinochet Ugarte esta en la mente de sólo uno pocos. Con el correr del tiempo la Historia dirá si se acuñan las efigies para estos dos mitos...



sábado, 14 de mayo de 2011

Juan Emilio Cheyre.

No es novedosa la forma en que la izquierda intenta bajar siempre a quienes se les ponen en el camino y es lo que siempre he afirmado, es por cuestión de ideología y doctrina.
Efectivamente entre otros independientes don Juan Emilio Cheyre, viene a representar una sana alternativa, no sólo para la derecha propiamente tal, sino también para el resto de la gente independiente.
Puede ser que desde nuestro punto de vista frente a la coyuntura de las “injusticias” que ha promovido y efectuado la izquierda y su“concertación” hacia soldados y carabineros, hubiéremos deseado estar de acuerdo con calificar al General Cheyre de “tibio”.
Mas lo cierto es que por allá por febrero del 2005, y así como en otras ocasiones, este General estuvo a la altura de su cargo, y nos guste o no era su deber mantener a la Institución separada del riesgo de provocar algún tipo de inestabilidad Institucional, que es lo que soterradamente siempre la izquierda ha buscado provocar..
Don Juan Emilio Cheyre, no es un aparecido más en nuestro país, debe destacarse su persona por su alto sentido profesional, no debe pasarse por alto su labor desempeñada como Director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile. que también es Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid; que posee un Magíster en Ciencia Política con mención en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Católica de Chile; un Magíster en Planificación y Gestión Estratégica por la Academia de Guerra del Ejército de Chile. su calidad de Profesor asociado adjunto de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile,y obviamente su larga y abnegada carrera como . General del Ejército y Comandante en Jefe del mismo entre marzo 2002 a marzo del 2006.
Todo esto unido a otras cualidades como persona y como padre ejemplar de tres hijos, fiel esposo y jefe de familia.
Sin dudas podemos, “no por si acaso” como usted dijo , mencionar con toda seguridad que este chileno merece reconocimiento por su calidad moral y ética comprobada,, y que para los destinos de Chile, con sus capacidades es una gran posibilidad presidenciable.


Por Carlos Toledolabarca

lunes, 14 de febrero de 2011

La continuación de la "alegría"


“¿entiende bien Carlos Larraín la imprescindible necesidad de mantener autónomos a los cuerpos intermedios?”(Gonzalo Rojas Miércoles 09 de Febrero de 2011 Girardi y Larraín, ¿simétricos?)

En uno días pasados mencione la fina ironía que encierra todo el texto de la columna de esta semana(09/15).
Ambos partidos de nuestra derecha La UDI y RN) en sus declaraciones de principios consideran imprescindible la participación ciudadana en la toma de decisiones y curso de opiniones desde y por los cuerpos intermedios.
Pero lo cierto es que esto ni siquiera esta en lo más mínimo de acuerdo con la realidad que practican ambos partidos. Todas las decisiones que atañen a estos “cuerpos intermedios”, lejos están de ser tomadas por los mismos, ni menos son tomadas en cuenta sus opiniones, el mismo “senador” Larraín es un ejemplo...un Consejal en la Región Metropolitana va a ocupar una senaturía regional, es digamoslo claramente, es porque es el Presidente del Partido. ¿Es que en en la 16ava circunscripción no existe alguna persona capaz de ocupar la vacante?

El punto no es entrar a discutir las maniobras o la dirección política de los actuales dirigentes de los partidos de nuestra derecha, es simplemente llamar la atención ....

"Nuestro” gobierno ha avanzado en algunos aspectos, especialmente se nota la mano técnica y profesional de la administración del Estado, pero no es menos cierto que políticamente, y en los términos generales de ella, hay que estar de acuerdo que este es un gobierno más de “continuidad”. de la política que ha conocido el país con la izquierda, y que por haber llegado a La Moneda con el apoyo de la derecha, digamos que podemos suavizar la clasificación, y referirse al gobierno como de “centro izquierda”.

El fundamento de esta afirmación esta basado en que hay una gran distancia entre la pragmática actividad del Presidente y sus colaborados, y las cúpulas de los partidos, en torno a la forma y modo de ganarse el favor de los electores en función de las próximas elecciones, sin importar y pasar por alto las urgentes necesidades de los cuerpos intermedios y desconociendo las promesas electorales que hablaron de un “cambio” en la dirección del estado, un ejemplo patetico es lo que esta sucediendo con la Intendente Jacqueline van Rysselberghe. .
Alternancia, respeto a la Ley, desterrar la politiquería...A’onde.

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sábado, 12 de febrero de 2011

Chile: sismo de 6,9 grados de intensidad en la escala de Richter

Un fuerte sismo de 6.9 grados Richter se sintió ayer viernes 11 de febrero de 2011 a las 20.05 GMT en la zona central de Chile, lo que causó alarma en la población, sobre todo en Concepción y el Maule, afectadas hace un año por el terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010.
El terremoto se generó en el océano Pacífico, el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) en ocho minutos notificó a la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) que no había riesgo de maremoto.
Fue una réplica del terremoto y Tsunami de hace casi un año , y se sintió desde Valparaíso a Los Lagos y tuvo su epicentro 51 km al oeste de Concepción.

En la VII Región del Maule en las playas Los Gringos y El Puerto de Constitución cerca de 600 personas disfrutaban del sol y el agua, cuando, a las 17:05 horas de ayer, un sismo 6,9° Richter los remeció. Entre los veraneantes estaba el surfista Sergio Salas, quien vio cómo en minutos la playa quedó vacía: "Había mucho susto entre los turistas".

La misma escena se repitió en Dichato, el balneario de la Región del Bio bío, azotado duramente por el maremoto del 27 de febrero de 2010, sólo quedó ocupado por carabineros y detectives, quienes ya habían evacuado de forma preventiva a las personas que permanecían en la costa.

Mientras, en Lébu y Tirúa también en la VIII Región del Bío Bío, fueron diez mil los que huyeron a los cerros. "No nos podemos quedar. Es mejor prevenir que lamentar", afirmó Fanny Mendoza, de Santiago la capital de Chile, que había llegado el jueves a la zona.

En Concepción, una de las ciudades más afectadas por el Tsunami de 2010, cerca de 500 personas miraban nerviosas hacia las alturas, temiendo que los edificios no soportaran más movimientos y cayeran. "Esto no es una réplica, es un terremoto", decían nerviosos los evacuados, que no soltaban sus celulares. Y es que, pese a que el sistema de telefonía móvil no colapsó, sí hubo saturaciones en los minutos posteriores al movimiento telúrico. En la capital del Bio Bío el comercio cerró sus puertas.
En Talca las plazas fueron puntos de refugio.

En las localidades costeras afectadas por el sismo, los supermercados y las gasolineras se vieron colmadas por los habitantes que buscaba abastecerse con agua, alimentos y combustible.
Con el transcurso de las horas , la población sigue inquieta , pues hasta el día de hoy se habín sucedido más de 20 sismos de mediana intensidad . El más fuerte que se sintió ocurrió a la 01:16 GMT de esta madrugada del sábado 12 de Febrero, y fue del grado 6 en la escala de Richter.

Por su parte en Santiago, la Capital de Chile, a la hora después del temblor de 6,9º, el Presidente Sebastián Piñera se hizo presente en la Onemi, donde hizo el recuerdo de que los cientificos habían establecido que las réplicas del terremoto-Tsunami del 2010, podrían extenderse hasta cinco años después de ocurrido.
Pese al llamado a la calma, desde anoche tanto en Dichato como en Talcahuano sectores costeros de la región, cientos de personas continuaban en los cerros, pernoctando en tiendas y sacos de campaña . "Nos da miedo volver", decían los habitantes.
Recuento de la jornada
Viernes 11, 17:05 LT 20:05 GMT horas de ayer comenzó el sismo de 6,9 grados de intensidad en la escala de Richter (con epicentro en el mar) que se sintió desde Valparaíso hasta Los Lagos.

Sábado 12, 22:16 LT 01:16 GMT horas ocurriá otro sismo, de 6 grados de intensidad en la escala de Richter, a 97 km de Lebu, VIII Región. Entre ése y el más fuerte hubo otros 16 temblores.

Un número aproximado a las diez mil personas, evacuó el sector costero de Tirúa y Lébu, siendo esto una muestra de la respueta de los ciudadanos a las instrucciones de las autoridades encargadas, no se produjo ni un desorden ni accidente.

Para el 22 de febrero de 2011 el Gobierno de Chile implementará el nuevo Servicio de Protección Civil , exclusivamente creado para enfrentar emergencias y desastres naturales.
Fuente de la noticia.
Carlos Toledolabarca